Nací en 1970. Seguí el funeral de Franco en blanco y negro desde la televisión de mi abuela en una casa donde el lavabo eran las cuadras, la leche era de vaca y se servía just in time. Pero lo que mí realmente me impactó fue la muerte del payaso Fofó que ocurrió tan solo unos meses más tarde.
La mía fue una infancia absolutamente feliz a pesar de lo que hoy consideraríamos estrecheces de la época que, por mi corta edad, me pasaban totalmente inadvertidas. He visto cosas que [muchos de] vosotros no creeríais, pero no las viví. Y, sobre todo, me las han contado. Si no se ha hecho ya, deseo que alguien sea capaz de glosar la transformación experimentada por este país desde la generación de mis abuelos a la de mis padres, y les haga justicia.
Estudié en un colegio concertado de los jesuitas por quienes siempre he sentido simpatía y admiración. Me siento muy agradecido a todos aquellos educadores que crearon un entorno que propiciaba el desarrollo del espíritu crítico como demuestra el hecho de que, desde muy joven, me defino como un católico que resulta no creer en Dios.
Crecí viendo en televisión programas como La Clave y escuchando a personajes de altura decir cosas con sentido. Cuando reponen en televisión algún fragmento de algún programa de aquella época o insertan alguna entrevista a alguien cogido por azar de la calle y lo comparo con lo que vemos hoy, da igual el medio, me quedo estupefacto.
Tengo que reconocer que nos avisaron de que llegaríamos a esto y no hicimos ningún caso. En descargo de mi generación diré que, pese a que sin duda alguna responsabilidad debemos de tener en lo que ha pasado en España en estos últimos 30 años, creo que habrá sido principalmente por incomparecencia. Mi sensación es que nunca hemos pintado nada y que la antorcha del liderazgo social ha pasado de las generaciones anteriores a la nuestra a las que vienen detrás, sin pasos intermedios. Con la excepción a esta y otras tantas reglas del Presidente de Gobierno actual, claro está.
Físico interruptus, mi experiencia profesional se limita a la gestión de la empresa familiar que, naturalmente, ha marcado mi visión de la vida y mi personalidad. Allí me enseñaron, pronto, que la inteligencia y la valía no tenían nada que ver con los títulos universitarios. Y me ayudaron mucho.
Traté siempre de no ser imprescindible y, 25 años después, conseguí ser absolutamente prescindible. Me licencié como los legionarios veteranos de Roma, Honesta missio, y estoy a la búsqueda de otras tierras que labrar.
Qué es Seppuku
Vivimos en un contexto de ruido y desinformación de tal magnitud que en numerosas ocasiones hace imposible tener una posición clara sobre los temas. Y si se consigue, corren unos tiempos donde es poco práctico, cómodo y prudente contar lo que se piensa, especialmente si te dedicas al mundo de la empresa en un país donde más del 40% de la economía depende del BOE.
Pero un buen día pasas de los 50 y te das cuenta de que o bien hablas ahora o callas para siempre.
Esta tribuna es un regalo de Antonio Quirós que me va a permitir aclarar, siempre de forma provisional, mis pensamientos sobre los temas sociales y políticos más importantes y polémicos de nuestro tiempo y exponerlos a juicio público, lo que a bien seguro me servirá para aprender o para escarmentar.
“Si ves un fraude y no gritas: ¡fraude!, eres un fraude” (Nassim Nicholas Taleb)
“… el pensamiento no puede tomar asiento, … el pensamiento es estar siempre de paso” (Luis Eduardo Aute)
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